Curso de presentaciones en una agencia de publicidad. Media de edad bastante baja entre los asistentes. Conservan un aire joven y estudiantil porque pueden permitirse vestir, moverse y hablar como en la uni.
Insisto en la trascendencia de la posición corporal; con un cuerpo «encendido» ganamos voz, mejoramos la imagen, nos sentimos más seguros… y sobretodo incidimos en la percepción que los demás tienen de nosotros. Y, en este caso «los demás» son los clientes.
Pecho fuera y cabeza alta. Esto, para empezar. Y además, buscamos equilibrio y estabilidad apoyando bien los pies en el suelo. Berta me está mirando y asiente con la cabeza. Me dice: «Esto es lo que me ha dicho mi abuela toda la vida: Niña, pecho fuera y cabeza alta». Y le pregunto si sabe el motivo de estos consejos. Responde: «Sí, dice que si no, no soy una señora.»
¡Cuánto saben las abuelas! Mucho más que las madres, generación ejecutiva que ha perdido, entre tanto conocimiento y tanta liberación, la sabiduría de generaciones.
La abuela de Berta, Pepita, sabe que lo de «señora» no tiene nada que ver con clase social sino con autoridad natural y elegancia. Que la diferencia entre ser una señora o no serlo está en la actitud, en la forma de comunicarnos, porque los demás nos tratan en función de como nos perciben.