Nos movemos cada día entre multitud de olores distintos: los que desprende la naturaleza, los objetos o nuestros cuerpos. El olfato nos permite identificar y evocar.
Cada persona y cada cultura tienen una memoria olfativa que constituye todo un universo de sensaciones. Aquí está la dificultad para convivir con olores ajenos, ya sean personales o ambientales, pues lo que resulta agradable a una persona puede resultar repugnante a otras. Ejemplos comunes son el olor a café, la gasolina o la tierra mojada.
La cultura occidental ha ido reduciendo nuestra capacidad olfativa y ha fomentado el uso de todo tipo de productos para tapar los olores naturales, enmascarando así mensajes importantes que transmitimos de la forma más inconsciente.