¡Qué bonito es el amor! Ver una pareja enamorada nos contagia su ilusión, nos hace recordar cuando nosotros lo estábamos o nuestro primer amor. Quizás nos sentimos identificados con estas dos personas porque nosotros también vivimos una historia apasionada.
Claro que también nos puede sentar mal si acabamos de cortar con la pareja, si estamos desengañados del amor o creemos que las muestras de pasión amorosa no tienen cabida ante terceros .
Muestras de amor y de deseo
Parece que los amantes, sobretodo si son recientes, no pueden reprimir el impulso de mirarse, sonreír, agarrarse de la mano… Precisamente uno de estos gestos puede delatarles ante la mirada atenta de familiares o compañeros. La mayor parte de señales que intercambian son no verbales. Y ocurre que estos mensajes son fácilmente interpretables por todo el mundo.
Cada vez es más frecuente en nuestra sociedad que estos gestos de complicidad y acercamiento vayan más allá de la muestra de cariño y acaben siendo puro goce sexual, ritual de aparejamiento con todo el contacto físico que nuestros abuelos habrían reservado a la intimidad.
Y cada vez somos más tolerantes, según parece, a las exhibiciones pasionales en espacios públicos. Pero esto no significa que todo el mundo se sienta cómodo en esta situación. Muchas personas no dirán nada aunque lo desaprueben porque cualquier comentario en contra sería calificado de retrógrada y reaccionario. Lo cierto, es que en aras de la libertad individual se toleran muchas acciones que pueden molestar o incomodar a otros ciudadanos.
¿Por qué puede molestar una muestra de pasión o de deseo?
Lo que incomoda no es que se estas dos personas se quieran sino que las exhiban públicamente porque en nuestra sociedad las relaciones sexuales se tienen en privado.
Hacerlo ante un público espectador o ante medios de comunicación es provocador. Lo es más todavía si los protagonistas del beso no corresponden a una pareja estándar, como el caso de que sean dos mujeres, dos hombres o que no sean pareja.
¿No vale decir eso de «A quién no le guste que no mire»?
No vale porque mi libertad tiene un límite: cuando estoy invadiendo el espacio del otro y le causo una molestia o perjuicio. Transgredir los límites entre lo privado y lo público en lo que respecta al comportamiento sexual es una forma muy sutil de invasión del espacio de terceros. En nuestra cultura la expresión de la sexualidad en público se considera una falta de respeto porqué el sexo sigue siendo un tema tabú para muchas personas y la moral imperante restringe dónde, cuándo, cómo y con quién puede uno disfrutar del sexo.
La red como espacio público
Enviar por whatsapp, publicar en facebook o en twitter una foto que nos acabamos de hacer con nuestra pareja cogidos de la mano es una forma de compartir nuestra relación con nuestros conocidos, de hacerla pública y así incluso ponerle un sello de solidez y de un cierto compromiso. Otra cosa es colgar fotos de un tono más subido, divulgar vídeos con escenas eróticas… sería el equivalente a tener esta relación o hacer esta práctica sexual en plena calle o en medio de un transporte público.
Esta publicación de imágenes poco decorosas no solo puede incomodar a otras personas sino que puede, como ya sabemos, arruinarnos la vida. Evidentemente la red también forma parte de nuestro espacio público en la actualidad y estamos constatando cada día los problemas que conlleva divulgar imágenes que quizás ya no podremos controlar jamás.
Hay que pensar también que, aunque no lo hagamos nosotros, los demás nos pueden tomar imágenes y divulgarlas sin nuestro consentimiento y no solo les pasa los famosos perseguidos por paparazzi.
Diferencias generacionales en la percepción de este comportamiento
La sociedad de hoy es más permisiva que la de nuestros abuelos. La liberación sexual y la liberación de la mujer han contribuido a ello. Las personas educadas según unas pautas de recato y discreción, siguen actuando de la misma forma aunque a su alrededor cambien los comportamientos.
Pero no es sólo un tema de edad sino también de educación, de carácter, de cultura. Y cuando me refiero a educación me refiero a como hemos sido » educados » en cuanto a las buenas maneras, al saber estar . Si a un chico o chica los han educado para ser discretos, reservados y no molestar con comportamientos que pueden violentar a los demás, no lo harán a no ser que quieran provocar y no tendrán muy buena opinión sobre las personas de su misma edad que se comporten de forma obscena en público.
Precisamente los adolescentes, los jóvenes en general, y determinados colectivos, utilizan esta actitud hacia el sexo como muestra de rebeldía y como provocación. También es una manera de anunciar ante el mundo que tienen pareja y que tienen relaciones sexuales y sentimentales y, por tanto, es una manera de demostrar que son personas valoradas socialmente.
La pena es que a estas alturas, todavía hay una percepción social discriminatoria hacia las chicas, de hecho hacia las mujeres de cualquier edad: una mujer que tenga un comportamiento poco decoroso en público está labrándose una fama de mujer fácil o mujer fatal, con todos los valores negativos que esto conlleva en nuestro entorno.
¿Qué hay de la gente mayor?
Los mayores también tienen vida sexual, también se enamoran y se aman. Pero es cierto que vemos pocas manifestaciones de este tipo en nuestros parques o en los bancos de las calles. Los motivos son la educación que recibieron y la idea muy generalizada de que no está bien que lo hagan los mayores, que el amor es cosa de jóvenes…
Quizás las nuevas generaciones estarán más preparadas para transmitir a sus hijos la belleza de los gestos de ternura y amor a cualquier edad. Como siempre, el punto justo entre lo considerado “bonito” y lo considerado “impúdico” es difícil de encontrar. Por lo menos en nuestra sociedad, cada día menos sujeta a los valores morales tradicionales.