Lenguaje corporal para la felicidad

Estoy convencida de que todos podemos ser más felices y hacer más feliz a la gente que nos rodea, simplemente comunicándonos mejor. Porque comunicar de verdad quiere decir escuchar más que hablar; observar y comprender más que sermonear; contagiar emociones más que argumentar. Si todos pusiéramos de nuestra parte, si cada uno de nosotros fuera consciente de la importancia que tiene la actitud y cada gesto del día, aumentaría automáticamente el nivel de bienestar en el mundo.
La comunicación de calidad se basa en la generosidad. Cuando ponemos el acento en el otro y no en nosotros mismos, cambia todo. En el momento en que los pensamientos, las ideas, las emociones o el ser completo del otro me interesan más que los míos propios dejo de pensar egoistamente en mi y esto es percibido por el otro, que estará más predispuesto a imitar mi actitud que a levantar barreras.
Una vez, en un curso de técnicas de negociación, uno de los alumnos,  joven comercial hambriento de éxitos profesionales, expresó su convencimiento de que una negociación se plantea para ganar y punto, sin matices. El ganar-ganar –es decir, una negociación exitosa que permite que ambas partes estén satisfechas con el resultado- no formaba parte ni de sus objetivos ni de su filosofía. Y me cuestionó la necesidad de establecer una relación empática cuando lo que importaba eran los precios, las condicines de pago y las cantidades.
Es cierto que muchas personas consiguen lo que quieren a base de imponer, apretar, abusar. Pero también lo es que muchas de estas personas van al trabajo como si fuera una guerra permanente y acaban no podiendo soportar el espiral de estrés que ellos mismos han generado a su alrededor.
Para mi no merece la pena el éxito –ya sea traducido en dinero, cargo o visibilidad- si se ha conseguido a costa del malestar de otras personas. Si uno pasa por esta vida y llega a ser consciente de lo que significa vivir y ser feliz, tendrá que decidir qué tipo de relación quiere mantener con los demás habitantes del planeta.
En la toma de conciencia de esta actitud y en la práctica cotidiana de la benevolencia, juega un papel decisivo todo lo que transmitimos sin palabras. Practicar un lenguaje corporal positivo y empático aumenta automáticamente nuestro bienestar interior y actúa como facilitador de todo tipo de relaciones. 
 

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