Será por tradición, por cumplir o porque apetece de verdad: estas son las fiestas más familiares del año. Tanto, que rescatamos a los abuelos de su soledad, los sacamos de las residencias por unas horas y los sentamos a la mesa donde convivirán tres o cuatro generaciones de distintas ramas familiares. Pero, ¿sabemos involucrarlos en estos encuentros? ¿Les hacemos participar de la conversación? ¿Les damos algún protagonismo en estas fiestas? ¿Sabemos mantener una buena comunicación entre generaciones?
La Brecha Digital
La soledad y el aislamiento son unas de las “dolencias” que más padecen las personas mayores. El ritmo de actividad y la moderna organización familiar no son favorables ni a la vida en común ni a compartir siquiera ratos de conversación de calidad. Alguna discapacidad mental o física, la dificultad para ver o para oír, pueden ser un factor más en el aislamiento. Pero hay muchas personas mayores que están en plenitud de facultades y aun así se quedan al margen de las conversaciones, risas y bromas de todo el grupo. Y es que además del salto generacional, la llamada brecha digital acaba de separar a personas que viven en mundos distintos a pesar de encontrarse bajo el mismo techo.
Esta brecha afecta a mucho más que al manejo de las nuevas tecnologías, no es solo cuestión de estar o no en las redes, utilizar whatsapp o manejar con habilidad cualquier aparato electrónico. La separación se crea también acerca de los contenidos: con frecuencia su conocimiento o sus vivencias se perciben como desfasados y sin interés. Hemos pasado de una cultura que respetaba y valoraba la experiencia de los ancianos a una cultura que exalta la juventud, la novedad, la tecnología y la velocidad. A veces ni tan solo el estilo de vida o los valores son comunes. No la sordera sino todo lo demás son las causas reales de la incomunicación.
Y esta situación es difícilmente superable a no ser que seamos conscientes de ella y nos esforcemos en salvar estas distancias a base de una comunicación responsable, proactiva y empática.
Comprensión y empatía con las personas mayores
La primera condición para que estas personas mayores se sientan bien entre gente más joven es demostrarles que ni resultan un estorbo, ni les ignoramos ni queremos que sean diferentes a como son. La comprensión y la empatía son las bases para cualquier relación y en este caso consistirán en ser pacientes y generosos. ¿Seremos capaces de cultivar estas habilidades en la mesa de celebración? ¿Sabremos atender a lo realmente importante y no a lo superfluo? Más que regalos y un menú abundante todos necesitamos ser valorados. Los abuelos necesitan nuestra complicidad, nuestra atención, el cariño de todos.
Te propongo algunas acciones con los que puedes mejorar el clima de un encuentro familiar y conseguir que sea una buena experiencia para todos:
Relaciones intergeneracionales
Puede ser muy práctico desde el punto de vista logístico organizar la mesa por edades y poner a los niños en un extremo y a los mayores en otro. Pero lo ideal sería mezclarlos. Es una buena oportunidad (y en algunas familias se da pocas veces al año) para que abuelos y nietos estén cerca y refuercen los vínculos emocionales. Para ello hay que mentalizar a ambas partes, especialmente a los pequeños y hay que enseñarles cómo tratar a la gente mayor.
Nietos y abuelos se necesitan mutuamente. Se refuerzan vínculos afectivos y se intercambian habilidades y conocimientos. Hay que facilitar y potenciar este contacto.
Temas de conversación
Durante los encuentros surgirán temas de actualidad, política, deportes, cotilleo familiar, trabajo, estudios… Los adultos tenemos que velar para que estos temas sean aptos para cuantos más comensales mejor. Si nos ponemos a hablar de trabajo y de los problemas concretos que tenemos en él, será un aburrimiento para la mayoría. Si hablamos de futbol o de política, podemos acabar discutiendo. O centramos en tema en los estudios de los chicos, quizás estaremos utilizando un vocabulario incomprensible para parte de los familiares. Y no digamos si hablamos de las últimas películas, teleseries o redes sociales. En realidad, podríamos hablar de todo esto, siempre que tengamos en cuenta que habrá que explicar y aclarar muchas cosas. La gente mayor suele tener curiosidad por lo nuevo y quiere estar al día pero a veces el tema no le resulta familiar y le cuesta comprender. Cuando pasa esto, tiende a desconectar.
Hay ratos para todo y también porque cada edad hable de sus cosas pero debemos procurar que al final de la fiesta no haya habido tres encuentros paralelos con el único intercambio del beso de llegada y de despedida. Este no es el sentido de la Navidad ni es un éxito que nos podamos anotar en las relaciones familiares.
Un trato afable y un lenguaje corporal cálido
Hablar con afecto, mirando a los ojos y escuchando atentamente para demostrar interés por sus cosas, sus temas, sus preocupaciones. Sin estar en dos sitios a la vez, sin estar pendiente de los mensajes del móvil. Y conseguir su sonrisa recordándole una anécdota o halagándole en público, por ejemplo, “¡Cómo nos acordamos de las cenas en casa de los abuelos y lo sabroso que estaba el pavo!”.
El mejor antídoto contra la distancia emocional es un lenguaje corporal cálido: el tacto cariñoso, una mano encima del hombro, un abrazo, un beso. Y no ser tacaños en caricias verbales: hablarles en positivo, comentar su buen aspecto o elogiar alguna habilidad, iniciar conversaciones que les puedan interesar… Habrá que facilitar la comprensión si es necesario: articular bien y hablar alto y despacio.
Todos los seres humanos, a cualquier edad, necesitamos las relaciones sociales, verbalizar nuestros estados de ánimo, el afecto de nuestros familiares y amigos.
Una actitud atenta y cariñosa en estos momentos de convivencia y celebraciones es una forma de agradecerles todo lo que han hecho por nosotros y por la sociedad en la que les tocó vivir. La historia se nutre del pasado, sin pasado no hay presente; sin las generaciones anteriores no seríamos lo que hoy somos. Solo por esto, cada persona mayor, cada abuelo, merece un enorme respeto.
No hay ejemplo mejor, además, para nuestros hijos jóvenes que la gratitud hacia nuestros progenitores, por todo lo que nos han dado, por todo lo que han luchado.
Las fiestas navideñas son un buen momento para practicar este trato cercano y afectuoso, pero no son los únicos momentos del año en que convivimos con nuestros ancianos. Estos consejos son aplicables a cualquier momento y contribuyen a la salud física y mental de nuestros familiares más veteranos.