Hay personas que no dejan hablar, te cortan, quieren imponer su opinión, te ignoran, quieren protagonizar la reunión. Son los usurpadores de palabra. Tú te sientes impotente, te desesperas, te enfadas, pero no sabes cómo responder a este comportamiento egoista y egocéntrico, dominante y presuntuoso.
Vamos a ver cómo tratar a estos contertulianos, ya sean amigos, pareja, compañeros de trabajo o jefe.
En primer lugar debes de observarles para saber si lo hacen queriendo o sin querer. Muchas personas tienen el hábito de interrumpir pero no lo hacen por imponerse o para anularte sino que simplemente no conocen el arte de conversar y, por lo tanto, no están entrenados en el provechoso hábito de escuchar. Otros, en cambio, te pisan la intervención para demostrarte su superioridad jerárquica, el pobre valor que otorgan a lo que tú dices y haces y, claro, para imponer su opinión especialmente si hay otros observadores.
Los que lo hacen de forma inocente e inconsciente suelen ser personas centradas en si mismas, en sus experiencias y sus opiniones. En general son malos escuchadores. No solo no les importa lo que dicen los demás sino que ni siquiera perciben los intentos del otro por intervenir, las señales de cansancio o aburrimiento. El resultado es que son muy poco seductores y no atraen a la gente sino que la ahuyentan.
En ambos casos podemos observar este comportamiento y sus síntomas asociados:
- Suelen iniciar ellos la conversación, pero no necesariamente. Basta que empieces tú para que ellos irrumpan parasitando tus aportaciones.
- Siempre conducen el agua a su molino. Interrumpen cualquier intervención para opinar, añadir detalles de sus experiencias o contar sus anécdotas, demostrando así que tienen más conocimiento sobre el tema que tú. Su intención es hacerte quedar como un tonto poco original y mal informado pues ellos ya estaban enterados antes.
- Convierten la conversación en una partido de ping pong. No hay una verdadera conversación, con preguntas y comentarios sobre lo que tú dices. Están esperando que acabes de hablar para colarte lo que les pasa, les gusta o hacen ellos…
- Te dan opiniones, consejos y soluciones aunque no les hayas pedido ninguna.
- Cortan lo que estés diciendo, por interesante que sea. Cambian de tema bruscamente porqué les apetece hablar de otra cosa o les ha venido otra idea a la cabeza aunque no tenga nada que ver con el tema.
- Intervienen solo por tener la palabra y ser visibles, aunque sea a costa de repetir ideas, llevar la contraria o salir por peteneras.
- Sobreponen su voz a la tuya para obtener la palabra y apoderarse del turno.
- No les importa hablar largo rato en modo monólogo. No parece afectarles que el otro no de señales de estar siguiendo la conversación.
- Se ríen de sus propias bromas y comentarios ante el desinterés de los demás.
- No perciben que tú les dejas solos en la conversación. Solo después de tu largo silencio de rendición paran y te dicen “Estás muy callado! ¿No dices nada?”
¿Hay soluciones?
Como ya sabrás, es difícil cambiar a los demás. Será mejor que entrenes técnicas para manejar estas situaciones. Según el grado de intencionalidad que tenga el comportamiento de tu interlocutor y la relación que mantengas con él, puedes elegir una de estas tácticas:
1. La más cómoda
Si no hay mucho en juego, ríndete. Deja que lleve la voz cantante, deja que se apasione en su monólogo y de vez en cuando sonríe y haz algún movimiento de cabeza. Está tan concentrado en su discurso que no puede apreciar si estás atento o no. Está disfrutando porque alguien les escucha, ha encontrado el interlocutor ideal. No te esfuerces en hablar ni en expresar tu opinión, no le importa. Relájate y deja que se canse.
2. La más agotadora
Si quieres mantener las riendas de la reunión intenta mantener una dinámica de diálogo; si te ha interrumpido reconduce el tema cuando puedas a base de meter cuña en sus breves pausas con frases del tipo:
• Como te decía…
• Como te estaba contando antes…
• Claro, por eso te decía que …
• De acuerdo. Mi opinión sobre esto es que…
• Volviendo al tema…
• Entiendo lo que me dices. Para centrarnos en el tema…
• Sí. Precisamente, para concretar…
• Pues retomando el hilo de la conversación.
3. La más agresiva
Si tu rival es de armas tomar no te amedrantes y prepara una buena defensa.
- Cuando veas indicios de que quiere intervenir, alza la voz para imponerla sobre la suya.
- Sigue hablando mirándole desafiante a los ojos.
- No le concedas ni un segundo de respiro. No hagas pausas. Y si empieza a hablar no te calles.
- Si estáis cerca, ponle una mano en su antebrazo para detener su impulso de liderar el diálogo.
- Con un tono de voz cortante, utiliza frases como las siguientes: Déjame hablar, por favor. No he acabado, por favor respeta mi turno. Si no me dejas acabar no podrás opinar con conocimiento de causa.
4. La más amable y paciente
Si es una persona importante para ti ten paciencia y trátala con cariño. Poco a poco puedes enseñarle a escuchar, a respetar a los demás y a participar en una conversación de manera empática y también asertiva. Puede que le haga efecto alguna frase pedagógica del tipo:
• Te iba a contar que… pero no me has dejado acabar.
• Te entiendo pero este no es el tema que estamos tratando.
• De acuerdo, pero fíjate que nos hemos desviado del tema inicial.
• Antes de que me des tu opinión me gustaría que me escucharas.
• Te agradezco la opinión aunque yo solo te lo contaba para que estuvieras al corriente.
• Sería más práctico que me escucharas y después hicieras tus comentarios y aportaciones.
5. La menos educada
Cuando tu rival es un pedante, un personaje con ínfulas de poder, un manipulador o un chupóptero de protagonismo ante terceros, no te pongas a su altura. No pierdas el tiempo ni la energía. Si no has podido evitar que te haya pisado el turno:
- Mira hacia otro lado, consulta tus documentos o tu smartphone, haz dibujitos en un papel o coge el periódico.
- Levántate y déjale hablando solo.
Lamentablemente estos personajes están presentes en muchas escenas cotidianas y son realmente molestos. Una buena educación en habilidades sociales evitaría muchas conversaciones desagradables e inproductivas. De momento, nos queda tomar conciencia de nuestros propios hábitos para no caer en los mismos errores que los usurpadores de palabra.