¡Cuánta preocupación por elaborar un mensaje creíble y convincente! Elaborar el contenido de una presentación es seguramente lo que más tiempo nos lleva, quizás solo es superado por la dedicación a darle forma, en palabras, en gráficos y en imágenes. Y es una tarea necesaria, imprescindible, si queremos ofrecer un mensaje bien elaborado, que pueda convencer y proyectar una buena imagen de nosotros como profesionales.
Pues no es suficiente. Aunque actuemos en el ámbito profesional y como expertos en un tema, el público nos percibe y valora también como personas. ¿Cómo si no?
Y es precisamente en la vertiente “humana” donde el público encuentra los motivos para creernos, seguirnos, simpatizar con nosotros y dejarse convencer. Por perfecto que sea el discurso, si falla la persona, no hay credibilidad. Por ello el comportamiento del orador es tan importante como su mensaje, el trato que dispensa al público es el último eslabón que necesita conectar para ganarse su confianza. Y diria que es indispensable, veamos por qué.
Veremos errores que pueden dificultarte la conexión con tu público.
Error 1. Ser cordial solamente en el escenario. Todo lo que transmite tu presencia tiene que resultar coherente con la imagen que quieres dar. El ponente gracioso, simpático y cercano que ha ignorado a su público antes de empezar es percibido como falso e interesado. Para que la cordialidad y el buen humor se perciban auténticos tienen que emanar de la persona en todo momento y no solo cuando “actúa”. Si tienes la oportunidad de estar con tu público antes del acto, en un cóctel o mientras preparas todo, actúa en el mismo tono que utilizarás después. Aprovecha los minutos previos cuando la gente entra y se va sentando, para saludarles. No te hagas el “distraído” consultando tu móvil o tus notas.
Error 2. No predicar con el ejemplo. Si mi discurso es acerca de valores como la solidaridad, el trabajo en equipo o el liderazgo constructivo, la empatía o el trato excelente al cliente, yo tengo que ser el mejor ejemplo de lo que estoy diciendo. La impostura se huele a quilómetros de distancia y no son creíbles los discursos diseñados para quedar bien y construir una imagen falsa. Recuerdo cómo un intelectual español de renombre, que suele hablar de ética, igualdad y solidaridad protagonizó un incomodísimo momento de tensión en la sala de espera de TVE en Cataluña, exigiendo ir a plató antes que los invitados que le precedían (en un programa en directo) y protestando groseramente por la ubicación de los estudios. Por añadidura, puso en cuestión la profesionalidad del equipo del programa delanter de otros invitados. Desde aquel día este personaje no tiene ninguna credibilidad para mi.
Error 3. No haberte preparado el discurso. Por mucho que domines el tema, se notará que improvisas, que el discurso está desordenado y que te vas por los cerros de Úbeda. O repites una y otra vez tu charla (que el público seguramente ya habrá visto en internet). Es una de las mayores faltas de respeto que puede recibir tu audidencia porque significa que no das valor al acto ni te importa su opinión. Despierta más simpatías un conferenciante novel preparado que uno veterano que va de sobrado.
Error 4. Menospreciar al público. Algunos ponentes sienten auténtico placer escénico y derrochan energía mientras están en acción, en este acto de autopublicidad, de egocentrismo y autocomplacencia. Pero una vez terminado el guión, abandonan el personaje y muestran su auténtica forma de ser. Hace unos meses, viví una situación que me pareció bochornosa. Un ponente había estado animando a los estudiantes de ADE de una universidad, había interpretado perfectamente el rol del motivador, con mensajes positivos, hablándoles de lo maravillosos que eran y de cómo tenían que tratar a sus clientes para fidelizarlos y ganarse su confianza. Después de la conferencia, muchos aguardaban para comprar sus libros y otros esperaban pacientemente para poder hacerse una foto con él. Pues el comentario que le surgió espontáneamente cuando le dijeron que había estudiantes aguardando para la foto fue: Si no hay más remedio…, estoy harto de fotos, ¡mira que es pesada la gente!
Error 5. Ser grosero. Sabemos que el humor es un recurso de primer orden, que explicar anécdotas es un acierto seguro, que poner ejemplos de nuestra experiencia o de tereceros puede ilustrar lo que estamos diciendo. Pero algunas personas no son ni elegantes, ni discretas ni graciosas al utilizar estos recursos. Hablar demasiado de uno mismo nos sitúa entre los egocéntricos; airear temas muy privados puede causar incomodidad a personas que no deseaban enterarse; el humor vulgar, obsceno y discriminatorio provoca vergüenza ajena. Este es el chiste que contaba un experto en presentaciones al inicio de sus sesiones: “Las presentaciones tienen que ser como las minifaldas: cortas. Y si enseñan algo, mejor.” Automáticamente el público femnino y parte del masculino levantaba una barrera infranqueable.
Error 6. No admitir preguntas o contestarlas mal. El buen comunicador muestra auténtico interés en las cuestiones que preocupan a los oyentes. Es un buen momento para escuchar, tomar nota y comprender tanto los mensajes favorables, como los desfavorables. La humildad y la cortesía son siempre bien valoradas: cuando desconoces algo y lo admites, cuando valoras la opinión de quien te ha interpelado aunque no esté de acuerdo contigo, cuando te comportas educadamente y das las gracias por la participación del público.
Imagen: Flickr (Tim Abbott)