El poder y la forma de sentarnos

El acto tan cotidiano de sentarnos es mucho más que adoptar una posición cómoda para trabajar o para comer. La posición que adoptamos habla de nosotros y de nuestra relación con los demás. Porque al fin y al cabo, estamos ocupando un espacio, privado o público, en el que suele haber otras personas. Igual que cuando estoy de pie o caminando, mi cuerpo está dando información de cuál es mi estado de ánimo, cómo me relaciono con el entorno y cómo es mi personalidad. Y además, no puedo evitar dar muestras de la educación que he recibido. Cuando estamos sentados, estamos diciendo todo esto y mucho más.
En cada contexto hay unas pautas que nos indican cómo debemos sentarnos. Aunque no siempre están claras estas normas. Depende de la cultura, de la época, de la moda, del grado de formalidad y, muy importante, del sexo.
La educación tradicional ha insistido incansablemente en que las mujeres elegantes, formales y “buenas” están de pie con los pies juntos y se sientan con las rodillas pegadas.
Una puede pensar que la razón es tan sencilla como evitar posiciones de exhibición de la entrepierna y no mostrarse “abiertas”, es decir demasiado accesibles. Pero este no es el único motivo. Al cerrar pies y piernas reducimos el volumen de nuestro cuerpo, ganamos en discreción y perdemos comodidad y estabilidad. Y está clara la influencia que la incomodidad física puede acabar ejerciendo en nuestro confort emocional.
Aunque algunas mujeres están muy bien entrenadas, tener que estar siempre pendientes de qué pasa con nuestra falda, adoptar ridículas posiciones para que no se nos vea el muslo o las bragas, no facilita la concentración intelectual ni al ejercicio del poder ni nada productivo.
Y,  especialmente, nuestra reducción de volumen hace más visibles a los hombres que no tienen la misma limitación y que muestran su poder a base de poner los pies encima de la mesa, cruzar las piernas en forma de triángulo o simplemente espatarrarse tranquilamente en cualquier silla, sofá o asiento de un transporte público. El espacio que ocupamos está directamente relacionado con el poder que tenemos en nuestro grupo, organización, ciudad, ya se trate de fuerza física, poderío económico o jerarquía política.
A riesgo de ser consideradas groseras, ordinarias o vulgares, las mujeres podríamos sentarnos en público igual que lo hacemos cuando estamos solas en casa, igual que ellos. Ganaríamos visibilidad y poder. Pero las mujeres que hoy alcanzan la cima de las empresas, la política o el éxito mediático suelen reproducir sin cuestionárselo, el comportamiento no verbal de las “señoritas” bien educadas, que en definitiva, es sinónimo de discretas, dóciles y decorativas.
Hoy veremos la relación que hay entre la forma de sentarnos y la jerarquía. Con nuestro lenguaje no verbal, una vez más, estamos dando información sobre quién somos, cómo nos sentimos y qué roles adoptamos.
Puedes ver el vídeo de la sección de comunicación no verbal del programa de TVE “A Punto con la 2” donde hablamos de este tema.
Sentarse
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