La educación que hemos recibido en la escuela y la universidad ha estado basada sobre todo en la escritura porque se valoraba su vertiente más racional, reflexiva y perdurable. Paralelamente, fuera del ámbito educativo, la preeminencia de los medios audiovisuales ha hecho que desviásemos la atención hacia la imagen. Hasta ahora, la lengua hablada parecía relegada a las relaciones informales y al ámbito familiar. Y ahora parece que es el momento de encontrar el equilibrio y dar a la expresión oral la importancia que le corresponde en los registros formales y cultos.
No debería salir ningún alumno de la escuela sin haber recibido una formación de calidad en habilidades de comunicación. Esto incluye la capacidad para relacionarse con los demás y la habilidad de hablar en público. Hay que enseñarlas y practicarlas porque serán las que necesitarán cuando salgan a la calle a buscar trabajo, a vender o a defender un proyecto. Necesitarán conocer metodologías de preparación, técnicas de persuasión, estrategias de marketing, herramientas de gestión de la propia imagen, etc. Conjunto de destrezas que ya constituye en sí mismo una «asignatura» que los maestros y profesores, como comunicadores profesionales, deberían estar preparados para impartir.
Lee la entrevista completa publicada en el boletín Compartim de marzo de 2013 del Departament de Justícia. (En catalán)