Por poco expresivos que seamos, nos pasamos el día haciendo gestos con las manos o enviando mensajes a través del rostro. Todo el cuerpo, también los pies están implicados en la expresión de nuestra forma de sentir y de ser.
Hay movimientos que no cumplen funciones comunicativas intencionadas (poner la mano en visera sobre las cejas para protegernos del sol, cerrar una puerta, sujetar una copa, etc.). Y otros que consciente o inconscientemente constituyen una herramienta comunicativa de primer orden pues nos permiten relacionarnos con nuestros congéneres.
Una de las clasificaciones más difundidas de los gestos es la establecida por Ekman y Friesen y que establece 5 grandes grupos:
- Emblemas
Son los signos no verbales que tienen un significado equivalente a una palabra y son compartidos por los miembros de una misma comunidad. - Muestras de afecto
Gestos y movimientos que indican una actitud o estado emocional. - Ilustradores
Aparecen con el habla y sirven para completar el mensaje verbal. Subrayan, ilustran o marcan las pausas del discurso. - Reguladores
Actos no verbales que se utilizan para iniciar o cerrar una conversación y para alternar el turno de palabra entre los interactuantes en una conversación. - Adaptadores
No tienen un significado específico ni una intención comunicativa. Normalmente son involuntarios y suelen ser una reacción a una sensación de incomodidad o nerviosismo.
Todos ellos, en mayor o menor medida están presentes en las relaciones sociales y tienen un papel protagonista en el éxito de la interrelación.
La naturaleza de estos gestos depende esencialmente de estos 5 factores:
1.- Cultura de origen
La mayor parte del lenguaje no verbal no es universal.
Aunque quedan muchas zonas del planeta por estudiar, sabemos que hay culturas que gesticulan más que otras y que los códigos de relación gestual son distintos y que cada cultura o grupo étnico tiene su propio repertorio de signos.
Sabemos que en general los occidentales gesticulamos más que los orientales y que los latinos somos más vehementes que los nórdicos o los centroeuropeos. Los europeos del sur estamos acostumbrados a mostrar nuestras emociones de manera abierta (cuando nos interesa) y los orientales consideran de mala educación gesticular mucho o reflejar emociones negativas hacia el interlocutor a través de la expresión del rostro.
2.- Contexto y grado de formalidad
En relación con las costumbres de cada cultura o región está el grado de formalidad. Cada sociedad tiene sus propias pautas acerca de lo que es importante y formal o no lo es. La solemnidad de la situación impone una forma de comunicación. En nuestro país, la gesticulación disminuye a medida que aumenta el grado de formalidad. Piensa en la diferencia de movimientos entre cuando estás en un partido de futbol y cuando estás en una ceremonia formal, de graduación o un bautizo.
Nos movemos con más libertad en el ámbito informal, coloquial, familiar. Cuando estamos en casa es más fácil que la comunicación sea más espontánea y menos preparada. También es fruto del menor autocontrol. En cambio, si estás en una reunión profesional, en un funeral o en una boda se impone la discreción, la elegancia, los movimientos controlados y considerados correctos socialmente. En general, estos gestos formales se caracterizan por ser comedidos, evitando ganar volumen. La expresión del rostro muy mesurada y procurando expresar las emociones de una manera respetuosa hacia los demás si es que es aceptable mostrarlas en este contexto.
Curiosamente las mismas personas se relacionarán de forma distinta según el contexto y el grado de formalidad que éste imponga. Por ejemplo, dos hermanos que se relacionan de manera coloquial cada día, mantendrán la compostura en una boda. Y una relación muy formal entre jefe y empleado, puede adoptar un aire más relajado en una actividad lúdica de la empresa.
3.- Sexo
Es obvio que existen diferencias importantes entre el lenguaje no verbal de los hombres y el de las mujeres. Compartimos una gran parte del catálogo, pero hay algunos que movimientos que son típicamente femeninos y otros típicamente masculinos. Estas diferencias se acentúan especialmente en el proceso de seducción entre parejas heterosexuales donde cada sexo tiene que poner en juego todas las armas para atraer la atención del sexo contrario.
En general, y siguiendo los patrones de conducta tradicional, las mujeres realizan movimientos ligeramente más discretos, suaves y ondulados, mientras que los hombres transmiten fuerza, decisión, seguridad.
4.- Estado emocional
La gesticulación también depende de las emociones que sentimos en cada momento. A más serenidad menos movimiento. Si estamos excitados, los movimientos serán frecuentes, variados, rápidos.
Cada emoción tiene su expresión característica en el rostro: tristeza, ira, asco, alegría, sorpresa. Pero no es solo el rostro el que refleja todas estas emociones. El tronco y las extremidades también actúan y son coherentes con el rostro. Aunque sin duda, en el que más olemos fijarnos es en la cara.
Gran parte del día tenemos que ocultar estas emociones que expresaríamos de manera natural y espontánea. Las imposiciones sociales o nuestras propias intenciones inconfesables hacen que tengamos que mantener una expresión facial que nada tiene que ver con lo que sentimos de verdad. Esta forma de autocontrol de la expresión se denomina “rostro social”. Todos aprendemos desde niños a utilizar este rostro que nos permite adecuarnos a cada situación. Quién no domina su rostro social suele tener dificultades de relación en todos los ámbitos.
Además, estaremos en ventaja si controlamos bien nuestra forma de expresarnos y somos dueños de la imagen que transmitimos.
En general, nuestra actitud hacia el interlocutor o hacia nosotros mismos, marcará el tono de la comunicación. Si nos dirigimos a una persona con una actitud abierta, confiada y con ganas de establecer un contacto positivo, lo más probable es que contagiemos esta actitud en la otra persona. Así, bajará las posibles barreras que podría poner de entrada y hará lo posible por gustarnos. En cambio, si nos acercamos con actitud agresiva o defensiva, provocaremos una reacción de protección y cierre, lo que dificultará seguir adelante en la interacción.
Las actitudes de cierre suelen estar motivadas por la falta de confianza en uno mismo, el miedo, la timidez, el nerviosismo, la inseguridad o la vergüenza. Si somos capaces de hacer que nuestro cuerpo no refleje estas emociones, conseguiremos tener unas relaciones más confiadas y positivas con los demás, aumentará nuestro potencial de relación social con todos los beneficios que esto nos puede conllevar.
5.- Presencia de palabra
Gran parte de los gestos que hacemos los utilizamos en paralelo con la palabra. Por ello son llamados también gestos coverbales. Acompañan el discurso, lo ilustran, enfatizan o moderan. Pero no solo sirven para que el mensaje verbal llegue mejor a los espectadores/oyentes. Sirven también al emisor para marcar el ritmo de su propio discurso, para avanzar y como apoyo para expresarse mejor. La prueba de ello la tienes cada vez que hablas por teléfono o en los profesionales de la radio, que gesticulan mucho más que los de televisión.
Especialmente para los latinos es difícil expresarnos con pasión sin gesticulación. Algunas situaciones, incluso las consideradas formales, requieren una gesticulación amplia para poder entusiasmarse y entusiasmar: este es el caso de los oradores, especialmente en las charlas motivacionales, los discursos políticos.