¿Cuántas veces nos han dicho: “No hables con desconocidos”?
Quizás porque nos inculcan este comportamiento de prudencia, cuando somos adultos tenemos ciertos reparos en dirigirnos a extraños.
Siempre que actuemos dentro de un marco de seguridad mínima, tener la habilidad de hablar con todo el mundo puede darnos grandes beneficios . La inmensa mayoría de las personas que nos encontramos en la vida cotidiana, en los viajes o en los eventos están dispuestas a ayudar y a conocer gente nueva.
Sin embargo, es bastante frecuente que por timidez, por miedo a una negativa, o a equivocarse muchas personas no pregunten, no se informen correctamente, no pidan siquiera algo que les hace falta (por ejemplo, una servilleta o un vaso limpio). Y lo más difícil: no se atrevan a acercarse a una chica o chico que les gusta.
Cómo hacerlo para que nos resulte fácil y para que los demás no salgan corriendo.
Hay tres fases:
- Preparación mental
- Preparación física
- Acción
Primera fase: Preparación mental
Uno tiene que saber qué tipo de relación quiere establecer y cómo quiere que le perciban. Por ejemplo en el entorno laboral tengo que saber en qué marco de comunicación me muevo: respecto a la persona con la que quiero hablar ¿soy un superior o un subordinado? En el ámbito social, ¿quiero que me vean como alguien interesado en seducir o simplemente en entablar una conversación o hacer una pregunta? Podríamos hablar de un marco mental en el que nos situamos para tener claro cómo debemos comunicarnos.
¿Qué marco es el adecuado para acercarnos a un desconocido? El de la relación cordial, al mismo nivel. Pensar que seremos amigos, que la otra persona responderá amablemente. Y para poder tener un estilo de comunicación de amistad, ¿qué hay que hacer? Imaginar que me encuentro con un “viejo amigo”, con una persona que ya conozco y que me gusta ver.
Segunda fase: Preparación física.
Cuando tenemos el marco mental bien claro, nuestro estilo de comunicación debe ser coherente. Adaptaremos los lenguajes verbal y el no verbal a estos parámetros. De otro modo, veríamos cómo los demás reaccionan de una manera que no es la que queríamos.
Debemos ser conscientes de que nuestro comportamiento previo favorecerá la toma de contacto. Hay que tener un comportamiento que no llame mucho la atención, provocativa, grosera o prepotente.
Si entro en algún sitio donde hay mucha gente, me abro paso a codazos, hago ruido, utilizo un tono de voz muy elevado… será difícil obtener una respuesta positiva por parte de los demás, que seguramente ya me habrán etiquetado de maleducada. Los habré puesto en guardia.
En cambio, podemos favorecer una actitud abierta en los demás si nosotros también nos mostramos abiertos, cordiales y afables.
Tercera fase: Acción
Es importante no dudar en la aproximación. No titubear. Hay que andar con decisión, hablar con tranquilidad y firmeza. Es decir, no andar merodeando alrededor de la persona o acercarte en varios intentos como si tuvieras miedo.
Aunque tenemos que ser prudentes y no causar molestias. Por ejemplo, te aconsejaría que no te dirijieras a alguien si:
- Está comiendo.
- Si está con su pareja muy acaramelados o absortos en una profunda conversación
- Si ves que dos o más personas están tratando un tema serio, de negocios.
- Si la persona tiene mucha prisa.
- Si está realizando una tarea que requiera mucha concentración.
- Si hay señales visibles de que quiere pasar desapercibido (gafas de sol, gorro y auriculares y además mira hacia el suelo o está en un rincón de la sala.
Pasamos a la acción. Estamos en un espacio público, en una fiesta, en un evento profesional… ¿Cómo lo hago?
- Nunca intenetes iniciar una conversación por la espalda.
- Evita el susto. No salgas de la oscuridad. No seas brusco en el tono de voz, en los gestos.
- Mantén una distancia que no suponga una amenaza.
- No te coloques frontalmente o en un espacio que le limites la salida. Se puede sentir acorralado.
- Expresa alegría por verle, especialmente con la sonrisa.
- No le mires todo el cuerpo. Y mucho menos, lo analices. No le mires ni su bolso ni joyas ni partes del cuerpo que no sean el rostro.
- Mírale atentamente, puedes alargar un poco el contacto visual y darás la sensación de que habéis entrado en una relación de amistad y confianza mútua.
- No muestres prisa por irte pero tampoco des indicios de se ser un pelmazo.
- Si esta persona está caminando no intentes pararla. A no ser que sea una emergencia. Ponte a su lado y empieza a hablarle.
- Cuando esta persona está sentada, (en un banco del parque, en la grada de un estadio, por ejemplo, en un curso, o en una sala de actos, en un avión.) Lo mejor es empezar a hablar girando un poco la cabeza, y por encima del hombro. El tronco se queda hacia delante.
Hay personas que tienen habilidad para establecer estos contactos casuales. Pero otras lo pasan francamente mal. Practicando pueden mejorar. Cuanto más practiquen más conocerán las reacciones de los demás y más seguros se sentirán. Merece la pena porque de estas relaciones esporádicas pueden salir parejas, interesantes negocios o conversaciones muy muy agradables.
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